“Tanto dolor no puede quedar como torrentera que se arrastra y se tira no sé adónde. Al revés: tiene que haber un banco, un lago Náser, un pantano de Dios en el que se reúne todo el dolor del mundo. Y el dolor redime. No sabemos cómo, ni de qué manera, pero redime. No es posible que se desparrame tanto dolor de la humanidad y de la historia” (F. Henares).
Pascual se fue de nuestras vidas de la misma manera que llegó a ellas: de improviso, arrollando y desconcertando, con esa impronta tan peculiar que él, estoy segura, dejó en cada una de las vidas por las que fue pasando. A mi me queda la certeza de que los últimos meses de nuestra vida fueron un auténtico regalo, y todo lo que una pareja puede decirse a lo largo de una vida en común nosotros nos lo habíamos dicho.
El último mensaje suyo que guardo en el móvil es del 20 de octubre, el día de su cumpleaños, y decía:
«Atrevámosos a confesar, a soñar, a debernos, y a rogar para que un poema nunca exprese lo que nunca llegamos a decir. Gracias».
Yo le había mandado un fragmento de un bello poema de Luis García Montero, y esa fue su elocuente respuesta. Los días previos y los venideros habían sido toda una declaración de intenciones, todo un acto de contrición por los “pecados” cometidos y los que aún nos quedaban por cometer. Por eso, cuando de madrugada Pascual dejó de respirar, yo supe que él había cerrado su propio círculo vital y que se iba en paz con todo aquello que un día amó. Por eso yo afronté la muerte con una sensación de estupor y de serenidad ante tantas evidencias que, en ese momento cobraban sentido.
Pero, dice un poeta al que admiro que el tiempo todo se lo come. Y yo temo que el tiempo devore sus recuerdos; temo no tener un legado para mis hijos, porque ellos crecerán sin recuerdos, y ese es el dolor que más me flagela en estos días.
Por eso, necesito que entre todos compongamos una memoria colectiva para que algún día yo pueda contarles a mis hijos quién fue su padre. Por eso os pido que rescatéis un trozo de vuestra historia personal con Pascual: un buen recuerdo, una anécdota, una reflexión, una foto, un poema… lo que vosotros queráis; porque eso constituirá el legado de mis hijos, porque eso conformará mi propia memoria; porque eso me dará la certeza de que Pascual, de alguna manera, aún sigue vivo.
Carmen Murcia